Corpsonante
La enfermedad, la anomalía y la disfunción tienen su acústica. Como contraparte, la normalidad se entiende más bien como
silencio. Nuestro sentido del oído es selectivo y los primeros sonidos que aprendemos a ignorar son los de nuestro propio
cuerpo, ya que escucharlo durante las 24 horas del día sería insoportable y conduciría a la locura.
Nos hemos acostumbrado a considerar que si no hay sonido, todo va bien. El ejemplo más inmediato es el de la respiración, que
solo se hace evidente cuando se encuentra alterada. Tratándose de nuestro propio cuerpo, solamente oímos y prestamos
atención a aquello que se sale de la norma. El proceso es representativo de nuestro estar en el mundo, como si fuera necesario
suprimir la interioridad para conectarnos con el exterior.
Para la semiología médica, en cambio, existen síntomas que se manifiestan a través de sonidos. La ciencia médica ha
desarrollado una serie de aparatos y métodos para auscultar el cuerpo, y el médico recibe un minucioso entrenamiento para
saber interpretar estos sonidos; en el transcurso de su formación, se convierte en un melómano del cuerpo. Así, no es de
extrañar que el estetoscopio, un instrumento acústico, haya devenido hace tiempo en el símbolo por excelencia de la profesión.
Corpsonante trae a un primer plano eso que normalmente es soslayado. En palabras de su autora: La instalación funge más como
estímulo que como pieza acabada. La pieza no se acaba, porque es un virus que debe contaminar a la audiencia para cumplir su
cometido: evitar la censura diaria que los humanos cometen contra sus propios cuerpos, pulsiones, deseos, repulsiones, sonidos.
Al entrar en el espacio tubular de la instalación, el público abre una puerta para asomarse mediante el oído a su propio cuerpo, a
través de una sucesión de sonidos a veces no identificables pero, paradójicamente, familiares. Cuando el escucha acepta entrar
en ese espacio, la máxima conócete a ti mismo se concreta mediante un mucho más modesto escúchate a ti mismo. Es esa
modestia, esa falta de pretensión, lo que hace de la experiencia de Corpsonante una vivencia entrañable.
José Raúl Pérez, curador
silencio. Nuestro sentido del oído es selectivo y los primeros sonidos que aprendemos a ignorar son los de nuestro propio
cuerpo, ya que escucharlo durante las 24 horas del día sería insoportable y conduciría a la locura.
Nos hemos acostumbrado a considerar que si no hay sonido, todo va bien. El ejemplo más inmediato es el de la respiración, que
solo se hace evidente cuando se encuentra alterada. Tratándose de nuestro propio cuerpo, solamente oímos y prestamos
atención a aquello que se sale de la norma. El proceso es representativo de nuestro estar en el mundo, como si fuera necesario
suprimir la interioridad para conectarnos con el exterior.
Para la semiología médica, en cambio, existen síntomas que se manifiestan a través de sonidos. La ciencia médica ha
desarrollado una serie de aparatos y métodos para auscultar el cuerpo, y el médico recibe un minucioso entrenamiento para
saber interpretar estos sonidos; en el transcurso de su formación, se convierte en un melómano del cuerpo. Así, no es de
extrañar que el estetoscopio, un instrumento acústico, haya devenido hace tiempo en el símbolo por excelencia de la profesión.
Corpsonante trae a un primer plano eso que normalmente es soslayado. En palabras de su autora: La instalación funge más como
estímulo que como pieza acabada. La pieza no se acaba, porque es un virus que debe contaminar a la audiencia para cumplir su
cometido: evitar la censura diaria que los humanos cometen contra sus propios cuerpos, pulsiones, deseos, repulsiones, sonidos.
Al entrar en el espacio tubular de la instalación, el público abre una puerta para asomarse mediante el oído a su propio cuerpo, a
través de una sucesión de sonidos a veces no identificables pero, paradójicamente, familiares. Cuando el escucha acepta entrar
en ese espacio, la máxima conócete a ti mismo se concreta mediante un mucho más modesto escúchate a ti mismo. Es esa
modestia, esa falta de pretensión, lo que hace de la experiencia de Corpsonante una vivencia entrañable.
José Raúl Pérez, curador